domingo, 26 de junio de 2011

sábado, 25 de junio de 2011

La máscara de la moral produce monstruos

"Era como si aquel hombre poseyera diez mil manos invisibles y hubiera posado cada una de ellas en el sexo de las diez mil personas que le rodeaban y se lo estuviera acariciando exactamente del modo que cada uno de ellos, hombre o mujer, desaba con mayor fuerza en sus fantasías más íntimas.
La consecuencia fue que la inminente ejecución de uno de los criminales más aborrecidos de su época se transformó en la mayor bacanal conocida en el mundo después del siglo II antes de la era cristiana: mujeres recatadas se rasgaban la blusa, descubrían sus pechos con gritos histéricos y se revolcaban por el suelo con las faldas arremangadas. Los hombres iban dando tropiezos, con los ojos desvariados, por el campo de carne ofrecida lascivamente, se sacaban de los pantalones con dedos temblorosos los miembros rígidos como por una helada invisible, caían, gimiendo, en cualquier parte y copulaban en las posiciones y con las parejas más inverosímiles, anciano con doncella, jornalero con esposa de abogado, aprendiz con monja, jesuita con masona, todos revueltos y tal como venía. El aire estaba lleno de olor dulzón del sudor voluptuoso y resonaba con los gritos, gruñidos y gemidos de diez mil animales humanos. Era infernal."
El Perfume, Patrick Süskind

martes, 14 de junio de 2011

viernes, 3 de junio de 2011

Crónica del 15-M

Las calles presencian el despertar del letargo de la sociedad

El movimiento Democracia Real YA congrega a decenas de miles de personas en todo el Estado con una consigna: el hartazgo del sistema político, económico y social

Con una tasa de paro récord en la historia del país del 21,29 %, que vienen a ser cinco millones de personas sin trabajo, de los cuales más de un millón significan familias en las que ninguno de sus miembros trabaja.  Con una tasa de paro juvenil del 43 %, doblando a la de nuestros vecinos europeos. Con unos recortes sociales nunca vistos en democracia impulsados por el gobierno de un partido que dice llamarse “socialista obrero”, bajo coacción de los denominados “mercados”. De este dantesco panorama económico surge la total desconfianza de la ciudadanía hacia la clase política, cuya máxima preocupación es tirarse los trastos los unos a los otros y demostrar quién la tiene más grande –la cuenta bancaria, obviamente-. El descrédito para con la casta política está justificado: los casos de corrupción se asemejan al juego del pañuelo, a ver quién es el más rápido en cogerlo –y, sobre todo, coger más pañuelos que nadie- y esconder el bulto. Y a una semana de que se celebren elecciones municipales y elecciones autonómicas. Este panorama se cernía sobre el 15 de mayo, fecha escogida para la manifestación Democracia Real YA, bajo el lema “no somos mercancía en manos de políticos y banqueros”, con convocatoria en más de 50 ciudades en todo el Estado. Si alguien pensaba que con tanta lluvia, la tierra seguiría absorbiendo, estaba equivocado: los chuzos de punta han dado sus frutos en forma de descontento.
Durante los días previos al día 15, y en el propio día, dicha manifestación pareció ser tema tabú en los medios de comunicación. Todo se hallaba en las redes sociales, donde se gestó, impulsó y se difundió el movimiento. Las nuevas aplicaciones están suponiendo toda una revolución en la forma de relacionarse de la gente: es el nuevo ágora donde todos tienen voz. En el pajarito que todo lo cuenta, Twitter, se relataba minuto a minuto, segundo a segundo, el transcurrir de las manifestaciones. El periodismo del futuro, y más inmediato que nunca, se redacta tuits mediante. Y, por supuesto, en Facebook, la red social por antonomasia, se articuló el movimiento.
En Barcelona, ciudad de la Setmana Tràgica, donde la quema de conventos antaño fue deporte popular, el transcurso de la protesta fue completamente pacífico. El número de asistentes baila un dicotómico tango: 15.000, según organizadores, y 6000, según fuentes oficiales. Media hora antes de la hora fijada para darle inicio, centenares de personas empezaban a congregarse en Plaça Catalunya. Los redobles de un grupo de percusión marcaban el ritmo de llegada de la gente a la plaza, que absorbía indignados cual esponja. Los jóvenes eran, por supuesto, mayoría, pero hay que huir del discurso de que sólo está compuesto por las nuevas generaciones; el paisaje era variopinto: desde jóvenes universitarios de “veinte-y”, a jubilados sesentones, de treintañeros en paro, a cuarentones con aires de ejecutivo. Reinaba la heterogeneidad. Se podía ver alguna bandera republicana, alguna que otra estelada y senyera, pero la apabullante mayoría portaba carteles con un mensaje bien claro: el hartazgo hacia el sistema. La imagen del tradicional tenderete de venda de globos, rodeado de una multitud de carteles, metaforiza perfectamente la esencia de las quejas: los globos son muchos menos, y necesitan del aire que el pueblo les insufla. Pero, sin aire, no hay globo que se mantenga en pie. Y la sociedad se ha cansado de insuflar aire para que los globos se vayan volando o directamente exploten.
Sobrepasadas las seis de la tarde, la comitiva se puso en marcha. Tomó la calle Fontanella y enfiló Via Laietana, dirección al puerto. La calle rebosaba, de principio a fin, de izquierda a derecha. En la retaguardia, una camioneta, a modo de bufón, animaba la contienda. La primera parada tuvo lugar frente a una de las sedes de Caixa Catalunya, con claras consignas en contra de ellos. La segunda, y muy significativa, frente a la sede de CCOO. No hubo pollo que saliera con cabeza, ni siquiera los sindicatos, presuntos defensores de los trabajadores, hacia quienes hubo gritos de crítica. Fue precisamente delante de la sede de dicho sindicato donde se desplegó una enorme pancarta que vistió la fachada del edificio, que a modo de esquela hacia el régimen establecido, rezaba lo siguiente: “La banca, la patronal, los políticos, CCOO y UGT, ¡ALA MIERDA! Ahora nos toca a nosotros, ¡juntas podemos con todo!” Tras topar con el paseo marítimo, la marcha viró a babor, rumbo al Parlament, en el parque de la Ciutadella, donde se daría el colofón a la procesión de indignados. Una vez arribados a su destino -que no su sino-, se leyó el manifiesto, en el que se muestra la indignación por el panorama social, político y económico; se reivindican los derechos básicos que, a priori, recoge nuestra monolítica Constitución y se establecen las prioridades de toda sociedad moderna: igualdad, progreso, solidaridad, libre acceso a la cultura, sostenibilidad ecológica y el bienestar y felicidad de las personas.
Puede que toda esta verborrea carezca de significado y sea pura retórica, pero deja patente un hecho: el sistema debe sucumbir a reformas en todos los niveles. De la misma forma que Francia tuvo su mayo del 68, en el que se mostraba el rechazo hacia la sociedad consumista en que estaban -y están y estamos- inmersa, el movimiento indignado sueña con un “mayo del 2011” con el que dar pie al cambio. Por ahora, ya se ha dado voz a los anhelos de cambio y, por muy complejo que pueda antojarse éste, una pancarta del Che Guevara lo resume perfectamente: “Seamos realistas, soñemos lo imposible”.